Terminamos el relato de las aventuras en Roma con la visita a la Piazza de San Pietro y la Basílica del mismo nombre en el Vaticano. Una vez más, intentaré ser breve.
Al salir de los Museos Vaticanos, llegamos enseguida a la plaza. Mil veces vista por televisión, en vivo impresiona bastante. Las columnatas de Bernini son espectaculares, un inmenso obelisco preside el centro de la explanada, y en el fondo, la fachada de la Basílica de San Pietro con los 12 apóstoles en su parte superior.
Aparte de tanto santo, allí había más gente que en la guerra. Vimos una cola que no sabíamos exactamente a donde iba y decidimos investigar un poco recorriendo la plaza. Llegamos a información y allí nos dijeron que aquella cola tan larga era para entrar en la basílica, subir a la cúpula o visitar la tumba de Jota Pe.
Si pensamos en la plaza como un reloj y tomamos la basílica como las 12, la cola empezaba en las 6 hasta llegar a unos arcos de seguridad situados a la 2, lo que hizo unos 40 minutos de espera. Lo de los arcos era un cachondeo, porque, aunque pasaras y pitara la máquina, te dejaban pasar sin inmutarse: “AVANTI, AVANTI, Signora!!”
Pues eso, avanti. Y una vez pasado los arcos, la cosa fue más relajada y surgieron tres colas: para la basílica, para la cúpula y para la tumba. La más larga era la de la tumba del último Papa. No voy a juzgar la fe de cada uno, pero no vi muy normal a niños de ocho o nueve años haciendo colas junto a monjas de 70 para ver una lápida rodeada de flores. Por nuestra parte, pronto subimos a la cúpula, tras dejar siete euritos por barba (te daban la posibilidad de pagar 4 si subías el primer tramo a pie, todo un detalle de misericordia cristiana).
La última parte de la ascensión fue muy emocionante, haciéndose el pasaje cada vez más sinuoso y estrecho. Hubo una parada en el interior de la cúpula, con una magnifica vista de la nave y de la decoración de las paredes. En lo alto de todo, sin duda la mejor vista de Roma, contemplando la ciudad del Vaticano, la Piazza de San Pietro, el río Tevere… Espléndida, espléndida, la panorámica.
Después de las fotos de rigor, tanto en lo más alto como al lado de JC y sus colegas, bajamos al interior de la Basílica. El edificio es impresionante, inmenso en volumen, millonario en adornos y detalles. En esta iglesia hay más riqueza que en varios países africanos juntos. En el suelo, hay unas marcas que te indican las diferentes longitudes de las demás iglesias, a modo de comparación con ésta, exaltando la construcción vaticana. No sé en este diminuto país, pero eso en mi pueblo se llama soberbia, y es pecado capital.
Después de ver tumbas, cuadros, esculturas y demás muestras de arte, fuimos a ver La Pietà de Miguel Ángel, donde la Virgen María acoge en sus brazos a Jesús ya muerto. Una bonita escultura que está protegida por un cristal desde que a un pirado le dio por martillear el rostro de la Virgen.
Las horas que eran (más de las 4) y sin comer, así que nos despedimos de la ciudad santa y buscamos un restaurante donde comer una buena pizza. Después de comer, anduvimos por los alrededores del Castillo de Sant’Angelo, que es a donde los Papas escapaban cuando las cosas se ponían feas por casa. No entramos porque habíamos quedado con Alejandro y no nos iba a dar tiempo de verlo bien. Su puente, muy bonito. Aprovechando, nos acercamos al Palacio de Justicia, que también estaba cercano para dirigirnos finalmente por metro a Termini
Sólo tuvimos tiempo a una rápida visita a Santa Maria Maggiore (estaban cerrando). La tarde noche la pasamos en casa de unas españolas, en plan tranki, viendo el partido Barcelona – Milán y posteriormente una película.
Así puede decirse que acabó nuestro viaje a la ciudad eterna, con unas cosas más provechosas que otras, pero todas en su conjunto magnificas, espléndidas y merecedoras sin duda de una visita de la que hemos quedado plenamente satisfechos.
PS: He sido breve
PS2: Problemas ajenos a mi de Blogger, os han privado de las fotos en el blog :(
Habrá que creer…
Hace 11 años
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