A principios de mayo, coincidiendo con la visita de mis padres, fuimos a visitar algún castillo del Loira (el río más grande de Francia). Este río tiene a lo largo de su ribera, multitud de castillos de todos los tamaños y estilos, en lo que se ha creado “La Ruta de los Castillos”, donde te ofrecen visitar unos cuantos en una estancia de varios días. En una palabra: negocio. Sobre todo teniendo en cuenta que la mitad son una mierda de fortificación, que a veces ni llega a eso, quedándose en una simple casa de campo más grande y antigua de lo normal.
Nosotros elegimos el castillo de Chenonceau, a cuarenta kilómetros de Tours. Más que un castillo, Chenonceau es un palacio en el sentido de no tener murallas ni fuertes defensas. Por el contrario, tenía amplios jardines, un río e incluso una granja. La casa de campo de los reyes, vamos. Chenonceau fue construido por Enrique II para su amante Diana de Poitiers, aunque después se lo quedaría la esposa de éste, Catalina de Médicis, en un ataque de celos (¡atención a la foto de ambas! no me extraña que el rey tuviera una amante).
Dejando atrás líos de alcobas, el castillo se encuentra edificado SOBRE el río Cher, y cuenta con unos hermosos jardines a su alrededor. La entrada nos costó ocho euros con derecho a todo menos a “La Galería de las Damas” (un par de habitaciones con figuras de cera de las arpías que deambularon por el castillo). La visita sin duda mereció la pena. El castillo por fuera es magnífico, con sus pilares sobre las aguas, y por dentro las habitaciones están decoradas con tapices, muebles y cuadros de la época. Algunas estancias son espectacularmente grandes, y la cocina, en el sótano, estaba completamente equipada con utensilios de la época.
Los jardines estaban muy bien cuidados, con multitud de fuentes y flores y de todos los colores. Cercana a ellos estaba la granja, con sus establos, sus cocheras, un amplio huerto con un gran surtido de hortalizas y un corral para los animales domésticos. Contaban incluso con un pequeño laberinto de setos del que no era fácil llegar a buen puerto al primer intento, y que tenia toda la pinta de ser el “lugar de relax” veraniego del rey y amigas varias.
Un apunte para futuros visitantes "mañosos": la audioguía te la dan en un Ipod, por lo que no es muy difícil descargar su contenido en un reproductor de MP3
Quedamos muy satisfechos con la visita, quitándonos la espinita del Memorial, quedando demostrado que cuando lo que se ofrece es de gran calidad, el precio es lo de menos. También tuvimos tiempo de una breve visita a la siempre bonita ciudad de Tours.
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Habrá que creer…
Hace 11 años
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