El pasado sábado 17 de mayo, nos acercamos por vez primera a las representaciones de La Albuera, en las que escenifican la batalla que tuvo lugar en 1812 entre las tropas de Napoleón y la coalición Inglaterra-Portugal-España.
Pero hoy no hablaré de los actos. Hoy voy a hablar de la inoperancia encarnada en dos policías.
Dos agentes del orden fueron los encargados de evitar que la gente se pusiera donde no debía, pues con tanto jaleo, todo el mundo intentaba colocarse en el mejor sitio, invadiendo considerablemente el escenario.
Bueno, pues aquella tarde decidieron que, en vez de establecer el orden, se fumarían sus cigarritos y verían tranquilamente el teatro, que para llamar la atención ya se encargaría alguna actriz cabreada.
Pero eso sí, cuando la susodicha actriz se revolviera y vociferando echara a la gente de allá, ellos también pondrían su granito de arena, llegando incluso a indignarse y recriminar a la gente el haber pasado.
Pues no, miren ustedes; si en vez de estar con el cigarro, estuviesen atentos a la gente (y no a la batalla), impidiendo el paso a todo aquel que quisiera entrar, pues seguro que nadie se colocaría donde no debe. Pero si estamos con el tabaco y vemos como la gente, poco a poco, se van colocando cada vez mas para adentro, al final, alguien cuya función no es esa, tendrá que echarlos a todos.
Y no crean que me lo estoy inventando:
Toda esa gente que no está con el chaleco fosforito, no debería de estar ahí, pues los actores tenían que ir y venir por esa parte del escenario. Puede observarse la total entrega de la autoridad, sin duda meditando la mejor estrategía para echarlos...
No dudo de la eficacia de estos señores en el día a día. Pero sí les puedo decir que aquella tarde estuvieron… bastante pasivos.
Y mañana, lo interesante de verdad, la batalla.
Habrá que creer…
Hace 11 años
