Una señal inequívoca de que nos hacemos mayores es asistir a las bodas en calidad de amigo y no de familiar. Eso significa que tus colegas de toda la vida, que tienen la misma edad que tú, acuden al altar, y que pronto te tocará a ti.
A quien le toca ahora es a mi amigo Alejandro, maestro de profesión, y tocahuevos de hobby (al menos conmigo), pero al que, y aunque no lo parezca, quiero un montón.
El caso es que aunque la boda es el día 12, este sábado estuvimos de despedida y la verdad es que la cosa acabó muy bien.
Norma no escrita de las despedidas es “No photos, no video, no comments” (o si las tienes, que no salgan a la luz) así que tampoco me explayaré mucho en lo que sucedió aquella noche. Estuvimos en el pub de Bebe, bastante mono, y en el de las misses, que era un avispero de pijos y pijas, todos cortados por el mismo patrón.
Hubo tiempo para que el novio se encontrase con la abuela de una alumna suya, con la que se marcó incluso un bailecito. Pero es que el novio fue el triunfador de la noche, con una faena inolvidable:
Acabamos a las 6 de la mañana en un after, rodeado de pastillas, pastilleros y botellas de agua. Es lo que tienen estos sitios.
Y ya solo queda esperar al día de la boda. No conseguimos convencerle esa noche, pero aún tiene dos semanas para entrar en razón. Y si no, las fotos censuradas podrían filtrarse a la prensa... ¿Tiene el novio algo que declarar?
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