Y seguimos con el carnaval, que la ciudad está ya de pleno metido en él.
Según sale hoy publicado en el periódico, el Ayuntamiento, siempre rebosante de buenas ideas, va prohibir la venta de comida ambulante por la calle en los próximos carnavales.
Aducen ellos que es por seguridad alimentaria y todos sabemos que, esas noches, las intoxicaciones que llenan los hospitales son las digestivas.
Además, nadie te obliga a comprarlos, y tu ves (y hueles) en todo momento el aspecto de las viandas.
Cierto es que estos chiringuitos ambulantes han venido floreciendo en los últimos 10 años, pero ahora se hacen imprescindibles en el paisaje carnavalero de la plaza de San Aton.
Más que prohibir, ¿por qué no regulan las licencias de venta y controlan las condiciones de salud? No, directamente lo prohíben.
Pero sigue la noticia que en el mismo párrafo, el ayuntamiento pide a los bares que colaboren no cerrando los urinarios esos días. Tal acción (la de cerrar los servicios) me parece una canallada propia de los empresarios más sinvergüenzas, porque cerrados, no pueden utilizarlos ni siquiera los clientes. ¿Qué se va ensuciar de más? Pues señores, que con lo que se gana en una noche tienen para pagar un mes de limpieza.
El caso es que la prohibición de la comida y el requerimiento de colaboración me huele a un “tú por mí y yo por ti”, pues así la gente que quiera consumir se ve obligada a ir a los bares, apelotonarse y pasar por caja. Lo cual, vuelvo a repetir, me parece deleznable que cierren los servicios, haya o no chiringos de comida.
Y es que, ese olorcito a chorizo y pancetita asada recién hecha, a las 5 de la mañana sabe a gloria hombre, diga lo que diga el Ayuntamiento.
La noticia, aquí
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