lunes, 30 de octubre de 2006

Un resfriado como Dios manda

Este fin de semana he trabajado en Villarta de los Montes, un pueblecito maravilloso perdido en medio de la Sierra de Umbría donde ni siquiera los móviles tienen cobertura.

La guardia ha sido muuuuuuuuuuuy aburrida, donde salvo en la hora fijada de consultas, no hemos atendido a nadie (lo cual es bueno para el paciente, también)

El caso es que he venido con un catarro muy curioso. Ya ayer por la tarde empecé a tener los síntomas y hoy ha terminado por salir. Uno podría pensar que no está acostumbrado al aire tan puro de allí.

Pero resulta que el jueves, cuando iba a la Escuela de Idiomas, me cayó una encima de espanto, y estuve toda la tarde empapado. Así, por la noche le dije a mi padre: en dos días estoy malo. Y efectivamente, así fue.

Por lo tanto, el catarro no me ha cogido por sorpresa. El coñazo es que tengo un moqueo incesante y un mal cuerpo general fruto de la astenia.

Y el remedio ya me lo sé: mucha miel y mucho descanso, aunque de esto último, poco, que mañana mismo vuelvo a irme para allá, y hasta el sábado.

Cuídense.

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