viernes, 12 de mayo de 2006

Roma: Las Primeras Horas (I)

La última semana de abril la dedicamos Prado y yo a visitar la capital de Italia. El día de salida fue el lunes 24. Salí de trabajar a las 7 de la mañana y a las 9 ya estábamos cogiendo el TGV. El itinerario sería Angers – Paris (TGV), Paris – Beauvais (TER) y Beauvais – Roma (avión). Hoy solo contaré la estancia en la ciudad y el viaje, por sus incidentes, lo dejaré para un próximo post.
El caso es que tras dos horas de retraso (hacía dos años que no viajaba con retraso ¡Bravo RyanAir!), llegamos a Roma Ciampino y después de coger el bus nos encontramos en pleno centro, al lado de la estación de Termini.

Allí habíamos quedado con mi amigo Alex y allí llegó, con algo de retraso, pues, según nos dijo, venía de ver a Tom Cruise promocionando MI3 (lo cual justifica todo retaso). De hecho, nos dijo que si hubiéramos llegado a la hora prevista, nos hubiera acercado a ver el espectáculo (¡Gracias de nuevo Ryan Air!)

En fin, tras saborear una Coca Cola en una terraza cercana (sólo 9 € tres coca colas, en pleno centro de la capital), nos introdujimos de lleno en la ciudad natal de Rómulo, Remo y la loba que les dio de mamar.

Podría narrar paso por paso la visita, escribiendo en orden cronológico cada iglesia, cada fuente y cada plaza que vimos, Pero no lo haré por dos razones: estaría hasta mañana escribiendo (y vosotros leyendo, aunque sé que disfrutáis) y sencillamente no me acuerdo del orden. Vimos tantas cosas y dimos tantas vueltas que no podría decir si primero vimos el Panteón o la Fontana. Tampoco tiene relevancia, así que esta vez lo haré más sintetizado (y aun así presiento que me saldrá extenso)

Lo que si recuerdo bien es que empezamos la visita por el siglo I d.C, concretamente en el Coliseum. Una palabra: ¡Impresionante! Y si se ve iluminado: ¡Impresionante elevado al cuadrado!; y si se piensa en cuándo y cómo se construyó; ¡Impresionante elevado a mil! Pudimos ver las tres estructuras circulares que formaban las paredes del edificio. Realmente grande, realmente alto y realmente magnífico.

Al lado estaba el Arco de Constantino, que fue construido expoliando arcos antiguos. Cerca también estaban los Foros Imperiales, aunque esa noche no estaban iluminados. En la visita de esa noche también vimos el Circo Máximo (del cual no queda nada, revalorizando el emeritense), el Palatino (colina donde la loba amamantó a los dos hermanos y posterior residencia de los emperadores) y un par de templos e iglesias. Alex nos llevo a un recóndito rincón fuera de los recorridos turísticos típicos: La Sede de los Caballeros de Malta. Está en una de las columnas sobre la que se asiente la ciudad y cuenta con un lugar privilegiado donde se admira toda la Roma Antigua y la Santa Sede. Lamentablemente estaba cerrada (eran mas de las 10) pero descubrimos una cosa muy curiosa. En la puerta principal había un agujero que simulaba una cerradura. Al mirar por él, observabas atónito la cúpula de San Pietro perfectamente iluminada entre un bonito jardín que la rodeaba ¡Fantástico!

Cercana estaba “La Pietra de la Verita” (foto), en la cual muchos habréis metido la mano en las ferias. El ir con un guía particular tiene la ventaja de que vas sabiendo toda la historia y curiosidades de los sitios, y ya nos sorprendió con la breve visita de la zona romana contándonos las aventuras de los buenos antiguos. Respecto a esta famosa piedra, dicen que para saber si se mentía o no, la gente metía la mano en su boca, y si cometías perjurio, morías. Realmente, si el tribunal que te juzgaba pensaba que mentías, a la hora de meter la mano, ponían en su interior un escorpión, y claro, el buen hombre se moría de la picadura del bicho. Estaba tras una verja y a oscuras, pero pudimos verla finalmente (¡benditos móviles con linterna!)

Más adelante observamos como un antiguo teatro romano se había convertido en un hotel, aprovechando sus paredes y columnas. Seguimos paseando hasta llegar a la Roma Medieval y Renacentista. Avanzamos algunos siglos y llegamos a la Piazza del Campidoglio y su Museo Capitolino, donde una estatua del emperador Marco Aurelio a caballo (el de Gladiador) presidía la plaza. A su vez el suelo de esa plaza es el diseño del verso de las monedas italianas de 50 céntimos; Curioso, ¿verdad?

Más curiosidades: las escaleras que suben a la plaza son un diseño de Miguel Ángel, el cual, bajo encargo de Carlos V realizó una construcción muy ancha y con una suave inclinación donde los escalones aparecen cada cuatro o cinco metros. El motivo de su anchura, pendiente y ausencia de escala es que el gran emperador deseaba subir a caballo por allí, y no era plan que el animalillo trastabillara. Arriba en la plaza había una reproducción de “La loba amamantando a Rómulo y Remo”, cuyo original, tres o cuatro veces más grande, estaba en el interior del museo.

Justo al lado estaba la más grande construcción italiana de los últimos años. Es el monumento a Vittorio Emmanuelle, unificador y libertador de Italia. El “Altar a la Patria” (1875), conocido comúnmente como El Vittoriano (foto inferior) es una inmensa construcción a modo de monumento a la nación, donde una estatua del Emmanuelle este a caballo domina la explanada de la Piazza Venezia. Todo en mármol blanco, dos torretas laterales están unidas por infinidad de columnas. Debajo de la estatua ecuestre reposan los restos del oficial misterioso, que luchó al lado de Vittorio sin revelar jamás su nombre. Dos hogueras con el fuego eterno velan por sus restos, y a su vez, dos soldados, ametralladora en mano, velan por la lumbre. Cuentan los más viejos que si el fuego llegara a apagarse, Italia sucumbiría ante sus enemigos. No es plan, pues, que vaya algún gracioso y se mee en la candela. En ese momento no pudimos entrar pero sí lo haríamos al día siguiente.

(continuará...)

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