Tapones para minusvalidos

Alguien en mi trabajo parece ser que se aburría mucho en casa y ha decidido inventar un juego nuevo.

Aunque de nuevo tiene poco, porque llevo escuchándolo desde que estaba en el colegio, lo menos.

Un día se nos presentó la chica con una caja vacía y nos dijo: llenadla de tapones de plástico que conseguiremos una silla de ruedas para un chico minusválido.

¡Impresionante! Pensé que ese cuento ya habría quedado sepultado por los conocimientos del s. XXI, pero veo que me equivoqué.

¿Quien no conoce la historia? Una ONG/ Organismo Oficial/ Asociación Humanitaria donará una silla de ruedas a un pobre y desvalido jovencito minusválido si reunimos una tonelada de tapones de plástico.

Esta historia tiene varias versiones: tapones (con diferentes cantidades), latillas de latas de refrescos o envoltorios de paquetes de tabaco.

He conocido a mucha gente que lo ha intentado hacer (la hermana de mi amigo Javi, entre ellas); mi madre ya me cuenta que en su época ya circulaba este rumor. Pero aun no he conocido a nadie directo al que le hayan dado la silla de ruedas, ni he visto al pobre infante esperando su nuevo vehículo ni nada parecido.

Así que, y a las pruebas me remito, esta historia de los tapones y los minusválidos es una leyenda urbana en toda regla. Así que, chicas de CASER, no os esforcéis en juntar taponcitos que no vais a conseguir nada (aunque para reciclarlos y salvar al medio ambiente sí que vendrán bien)

Aquí una foto del pobre niño:



¡¡Timmyyyyy!!



Y otro día hablaremos de la historia de la boda y la motosierra, que incluso se la colaron a mi madre una vez.


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