Menuda la que se ha armado entre ayer y hoy con el conflicto laboral entre los controladores aéreos y AENA/ Gobierno.
Lo primero que quiero aclarar son dos cosas:
1. Después de estar toda la tarde leyendo noticias, foros, reales decretos y comentarios varios,
soy incapaz de decidir quien tiene razón, si los trabajadores o el patrón (aunque sí puedo hacerme cierta idea).
2. Estar a punto de iniciar tus minivacaciones y quedarte de repente en tierra, sin previo aviso,
tiene que fastidiar muchísimo, por lo que entiendo perfectamente la opinión de los "
daños colaterales" de esta guerra.
Ahora bien, hay varias cosas que me llaman la atencion:
Desde un primer momento, desde todos los medios de comunicación, se ha demonizado a los controladores aéreos, sin comentar apenas sus reivindicaciones y si tienen derecho o no en lo que están reclamando.
Casualmente, a los pocos días de anunciar la privatización de parte de AENA, salta todo el conflicto.
Los controladores llevan reclamando que se les escuche
desde hace un año, e incluso llevan amenazando con el paro desde antes de verano. Resulta extraño que ahora esta protesta cause sorpresa en el Gobierno.
Y más extraño resulta saber que
en apenas tres horas redactaron y aprobaron DOS Reales Decretos con aplicación inmediata. ¿No puede ser que ya los tuvieran preparados porque sabían la que se iba a formar? Y sabiéndolo, ¿no podían haber esperado para aprobar la polémica norma después del puente?
En ningún momento las torres de los aeropuertos han quedado abandonadas, como han repetido sin fin en los medios. Los vuelos calificados como urgentes han estado en todo momento operativos.
Pero lo más grave, gravísimo, a mi parecer, ha sido la declaración del estado de alerta por parte del Gobierno. Esto sienta un precedente
muy peligroso. El estado de alarma puede declararse, y cito a la Carta Magna,
cuando (art. 4 de la L. O. 4/1981) se produzcan catástrofes, calamidades o desgracias públicas (terremotos, inundaciones, incendios, accidentes de gran magnitud…); crisis sanitarias (epidemias, situaciones de contaminación graves…); paralizaciones de servicios públicos esenciales para la comunidad o situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad.
¿Es el irse de vacaciones un producto de primera necesidad? ¿Es el avión un servicio público esencial? ¿Hemos estado ante una catástrofe o desgracia publica? Ojo, que medio millón de personas se queden en tierra por una huelga no es moco de pavo, tanto económica como moralmente, pero, ¿qué pasará si algún día hay una verdadera crisis de las que contempla la ley?
Es más, ¿qué pasaría mañana si los profesores, o los enfermeros, TODOS JUNTOS, deciden no ir a trabajar porque se le están, según ellos, pisoteando sus derechos laborales? Se declarará también el estado de alerta y enviarán a los militares para que, a punta de pistola, los trabajadores vaya a trabajar? No sería lo lógico, pero, ¿por qué no? ¿acaso no es la sanidad un servicio público esencial?
¿Dónde se ha visto que a un trabajador, sea del gremio que sea, se le obligue, bajo amenaza, a ir a su trabajo? ¡Que se le amenace con la cárcel y la sedición! ¡Es que eso es muy grave! Sólo piensen en que, si en vez de nosotros, esto lo hace Caracas, o Pekín... ¡los titulares hubieran sido demoledores!
Creo sinceramente que la respuesta del Gobierno, tenga razón o no, ha sido muy
exagerada. Y eso me hace pensar que el fin último de dicha respuesta no ha sido el bienestar de los ciudadanos, sino que han visto un rival COMPLETAMENTE unido, y el miedo a que su ejemplo, sobre todo si tienen éxito,
se extienda al resto de colectivos, sobre todo ahora que se aproximan tiempos difíciles: reformas laborales, privatizaciones, pensiones...
Me pregunto qué habría pasado si, cuando recortaron
ilegalmente el sueldo a los funcionarios (y no lo digo yo, lo de la ilegalidad, sino que ha empezado a decirlo la Justicia), los trabajadores públicos de todos los sectores hubiéramos protestado de forma parecida. ¿Estado de Alerta también? ¿Tanques a la calle?
Aunque, ahora que lo pienso, en ambos conflictos ha habido una maniobra común por parte del Gobierno: poner a los ciudadanos en contra de los trabajadores, y además, alegando en ambos casos que no tienen por qué quejarse si tienen un buen sueldo y además fijo.
Lo que más pena me da es ver como doscientos años de revueltas sindicales, victorias proletarias y miles de víctimas en protestas no hayan servido para nada ¡Si nuestros bisabuelos levantaran la cabeza!
Estaremos expectantes...