El viaje al País Vasco: Los pueblos del litoral (III)

Continuamos esta serie dedicada al País Vasco hablando de los pequeños pueblos pesqueros de la costa cantábrica. En concreto, cuatro fueron los que visitamos: Elantxobe, Lekeitio, Ondarroa y Mutriku.


El primero fue Elantxobe, de apenas 450 habitantes, excavado en la montaña y con unas vistas magníficas. Salió el día algo triste, pero eso no impidió que hiciéramos bonitas fotos. Y tampoco que nos tomáramos nuestro primer descanso, con pintxo de tortilla incluido.






La siguiente parada fue Lekeitio, que estaba en fiestas (Los San Antolines). Fue siempre un pueblo adinerado por la pesca y los nobles, y eso se nota en sus edificios. Cuenta con la Basílica de la Asunción de Santa María (s. XV) como edificio más emblemático. Y su rompeolas serviría perfectamente para pasarse las tardes enteras viendo y escuchando el azote del mar con las rocas.


Sin embargo, lo que mas nos llamó la atención fue el partidillo de fútbol sala que tenían organizado en la plaza. ¿Por qué? Veanlo:







Sí, eso marrón es una vaquilla, y también jugaba: ¡menudas embestidas se gastaba! ¡Ni el Gran Prix!. Había un gordito al que tenía frito, el pobre (y era el divertimento del público).


En Lekeitio comimos (nada mal, por cierto) y el café nos lo fuimos a tomar a Ondarroa (que significa "Arenal").


Cómo lo podría decir... Ondarroa... digamos que es uno de los pocos pueblos de España donde nunca encontrarás una bandera nacional. Eso sí, símbolos pidiendo el acercamiento de los presos, a puñados. Poco tenía este pueblo de interesante, muy industrial y demasiado frío. Estuvimos poco tiempo.


El último parón lo hicimos en Mutriku, ya en la provincia de Guipuzcua. También mereció la pena acercarse. Una de las localidades más antiguas de la provincia. Su casco antiguo está declarado conjunto monumental, siendo su personaje mas emblemático el brigadier Cosme Damián Churruca y Elorza (Mutriku, 1761-1805), quien tomó parte en la Batalla de Trafalgar. De hecho, Mutriku cuenta con una gran tradicion marítima y fue ciudad de defensa de la costa cantábrica




Y allí acabó la visita, satisfactoria y productiva, volviendo a Bilbao, aunque esta vez sin disfrutar con las vistas por la carretera: cogimos la vía rápida y a casa.



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