Mi amigo Javi anda cabreado estos días. Y no le falta razón.
Entre todas las locuras que se han cometido este verano en el ámbito futbolístico, se suma el fichaje de Reyes por el Atlético de Madrid.
Y no es porque hayan pagado mucho dinero (aunque 12 millones no se pueda considerar barato), o porque sea un jugador de calidad más que discutible.
Ni siquiera porque Reyes sea un niñato malcriado y caprichoso con la fama subida a la cabeza.
Todo lo anterior carece de importancia si echamos la vista hacia atrás.
En verano del 2006, Reyes estuvo a punto de fichar por los rojiblancos, hasta incluso comprometerse verbalmente con el club. Pero de repente se cruzó el Real Madrid y Reyes dejó al Atlético más tirado que una colilla, riéndose del club y de los aficionados.
Un año después, visto que no ha triunfado en el equipo blanco (el Madrid no da mas de seis millones por él), el niñito tiene el antojo de quedarse en España y no sabemos porqué, ficha por el Atleti.
Que alguien nos explique (a mi amigo Javi y a mí) donde queda la dignidad en esto del balompié,
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