miércoles, 21 de diciembre de 2005

El Viaje a París (III)

Día III “Miércoles 7”

El miércoles volvimos a levantarnos temprano, aunque esta vez desayunamos solos, porque Maria e Isi se quedaron dormiditos. El desayuno, nada que ver con el del anterior hotel. Un famélico croissant, un zumo de naranja y una tacita de café. Había también mermelada para untar en una tostada de pan (frío, así que pasé de él)

El plan de esa mañana era visitar la Basílica de Saint Denis (famosa por “El Código Da Vinci”). Saint Denis es un pueblito situado al norte de París, que acoge también “Le Stade de France”, que es el estadio oficial de Francia, donde la selección gala juega siempre, y donde se celebran los más importantes acontecimientos deportivos (y no deportivos) de Francia.

Respecto a la Basílica, es una bonita iglesia que podría pasar desapercibida dentro de Paris si no fuera porque es el cementerio oficial de todos los reyes de Francia. Se divide en lo que es la iglesia en sí y la zona de las tumbas. Allí precisamente pudimos contemplar (tras un sagrado pago de 4’5 euros) las tumbas de Louis XII, Louis XVI y Marie Antoinette, y bueno, un buen puñado de reyes, reinas y príncipes que no tenía el gusto de conocer. Aquí tenéis la lista y la ubicación de todos los “habitantes” de la basílica. Había tumbas reales realmente hermosas, en mármol blanco y con un sinfín de adornos. Una cripta en el subsuelo completaba el recorrido. La visita estuvo bastante bien, aunque tal vez pagar 4’5 euros por esto sea un poco excesivo (sobre todo cuando muchas tumbas se podían ver desde la parte de la iglesia).

Salimos con un buen sabor de boca y decidimos ir a Notre Dame. Tras unos momentos de incertidumbre y de estar realmente perdidos dentro de la estación de Chatelet, conseguimos salir a la superficie donde decidimos hacer una parada para comer en una placita cercana al ayuntamiento. No duró mucho la pausa y seguimos con el paseo. En el ayuntamiento nos encontramos la navideña pista de hielo parisina, donde expertos y novatos se divertían entre piruetas y caídas.

En Notre Dame teníamos pensado subir a las campanas y nada más llegar nos pusimos en la cola. Tras unos 15 minutos de espera, pasamos por la (siempre presente) taquilla. La primera parte de la visita, una subida sin descanso hasta lo más alto de la torre izquierda. Una vez arriba contemplamos una extraordinaria vista del París más bohemio, rodeados de gárgolas y otras estatuas. También vimos las impresionantes campanas de la torre derecha. Y después de la campana, de unas cuantas fotos y de disfrutar de la vista, a descender por el lado contrario al que habíamos subido. Y todo eso en 15 minutos, y todo eso por 4’5 por barba. Sabor agridulce dejó la visita (si por lo menos Quasimodo se hubiera dignado a recibirnos… :-)

Tras la visita a las torres, entramos en la catedral. Sinceramente, no sé como Notre Dame puede ser tan famosa. O hay detalles que se me escapan o realmente no lo comprendo. Dejando fuera la parte exterior, el interior de Notre Dame es realmente feo. O más que feo, sobrio, digno de la época en la que se construyó: muy poca luz, pocos adornos, pilares y muros muy gruesos. Las capillas de los laterales, prácticamente vacías. Aun así, está siempre llena. En esta ocasión, había una exposición sobre la Navidad cristiana que también estaba cuando fui hace 2 años. La visita duró poco, la verdad, una rápida vuelta ¡et voilá! Notre Dame completada.

A continuación nos dirigimos al Panteón, que no estaba muy lejos. De camino pasamos por la famosa universidad de “La Sorbonne”. El Panteón es una antigua iglesia a Santa Genoveva (patrona de París) que los revolucionarios de Robespierre la convirtieron en el lugar de descanso eterno de los hombres mas ilustres de Francia. Después vino Napoleón y la volvió a convertir en iglesia y cuando volvió la Republica, otra vez mausoleo. Allí enterrados están hombres de la talla de Voltaire, Rousseau, Zola, Victor Hugo o Dumas. Aparte, unos cuantos militares, políticos y hombres populares que según ponía en los carteles, habían hecho grandes cosas. Y todo eso abajo en la cripta. En la parte de arriba, muchos cuadros y estatuas adornando las paredes. En el medio, el famoso Péndulo de Foucault, que sirvió para demostrar la rotación de la Tierra. Yo ya conocía este experimento (imprescindible en los museos de ciencias), pero me gustó ver el original.

Al Panteón le pondría un “pero” personal, que quizás me desilusionó un poco. Aparte de Voltaire y Rousseau, que están situados en la entrada de la cripta, el resto de personajes están enterrados en minúsculas habitaciones donde caben las tumbas y poco más. Y para mí, que no conozco la historia de Francia, no le tengo el mismo aprecio a Victor Hugo o Dumas que a Jean Moulin (con todos mis respetos), pero las tumbas son exactamente las mismas, sin adornos ni florituras, además. Simplemente el nicho y poco más. Yo me esperaba un poco como la tumba de Voltaire, en madera, delimitada con cordones, no sé, con clase. Pero no fue así. Aparte de eso, fue una visita muy agradable.

Acto seguido, nos encaminamos a los Jardines de Luxemburgo, uno de los parques interurbanos más famosos de París. Lamentablemente, cerraban en ese instante (según nos dijo el señor gendarme, cierran una hora antes del atardecer, que ese dia correspondia a las 16.43h; ya veis, un parque cerrado a las 5 de la tarde...)

Con las mismas nos volvimos y se nos antojó una hamburguesa en un Quick que había al lado. Con el estomago lleno, se nos antojó ver la Gare d'Austerlitz, una de las grandes estaciones de la ciudad. Paseando paseando, vimos un mercado nocturno muy concurrido; y tanto paseamos, que nos perdimos. Después de deambular por las calles parisinas, de descubrir las "arenas de Lutecia" (antiguo anfiteatro romano) y de mirar 20 veces el mapa, dimos con la estacion, que casualmente estaba en obras y resultó frustradamente fea.

Finalmente, nos dirigimos al hotel, pues la cita con Maria e Isi para cenar se canceló debido a las pocas ganas que quedaban a esas horas de la noche para ir a ningun sitio. Cena ligera y a dormir, que el dia había sido muy largo.

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