Recientemente se ha desatado la polémica por unas decisiones de
Telefónica España que no han gustado al pueblo llano.
Y con razón: al mismo tiempo que la empresa anuncia un recorte de casi seis mil puestos de trabajos (el 20% de su plantilla, que se dice pronto) debido a la situación económica, sus máximos dirigentes van a recibir 450 millones de euros extras por los beneficios generados, así como sus accionistas se repartirán siete mil millones de euros.
Primer punto: los dirigentes de la empresa son unos sinvergüenzas. Pero eso ya se sabía desde hace muchos años. Los que me conocen saben perfectamente lo que opino de esta gente.
Segundo punto:
NADIE tiene derecho a criticar esa decisión salvo
LOS ACCIONISTAS y
LOS CLIENTES. Sólo ellos deben decidir si es correcta o no. Y si no están contentos, que lo digan en la Junta Anual (los primeros) o se den de baja de Telefónica (los segundos) y se vayan con
Jazztel (por ejemplo).
El resto del país no debe inmiscuirse en las
decisiones internas de una empresa privada. Eso es así de sencillo.
Ahora bien, si los millones de clientes que tiene
Telefónica,
Movistar o
Imagenio de verdad protestaran y se desvincularan de una compañía con la que no comparte su política de empresa, veríamos a ver si para el año que viene se volvía a repartir el pastel de la misma forma.
¿Pero es España un país de acción? ¿o más bien de cambiar el mundo desde la barra de un bar?
Pues eso, que luego nadie se queje del país que nos ha tocado vivir.
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