Ayer viendo las noticias del mediodía, supe que el fin del mundo había llegado. O al menos eso es lo que me estaban contando, porque el temporal Gordon iba a ser el brazo apocalíptico de Dios para castigarnos a todos.
Nos decían que iba a ser la mayor tormenta que hubiese azotado las costas españolas en más de cien años. Estado de extrema alerta para varias comunidades, niños que no irían al colegio, barcos con riesgo de naufragio…
Un hombre viejo que entrevistaron dijo que de catástrofe nada, que según las nubes, el viento y las gaviotas, aquello no llegaría a mayores.
Mucho ruido mucho ruido, y nada de nueces. 24 horas después nada ha cambiado en Galicia. Ha habido fuertes vientos, lluvias, destrozos… Pero señores, ¡¡¡que los inviernos en Galicia son así!!! Las cámaras, desesperadas, han filmado los pocos desperfectos que ha habido y la gente les decían que como éste, todos los años hay unos pocos.
¿Qué veo yo en todo esto? Miedo, mucho miedo. La gente vive acojonada. Entre huracanes, plagas de bichos, cambios climáticos, terrorismo, antenas de móviles o incluso bandas de rumanos, los medios de comunicación se frotan las manos infundiendo el pánico en la población, y hablas con cualquiera y, aunque no es terror, si es intranquilidad.
¿Cual es el beneficio de todo esto? No lo sé realmente, pero Michael Moore, en Fahrenheit 9/11 reflexionaba sobre ello, y los que salían más beneficiados eran las clases altas y poderosas.
Y es que, atemoriza a alguien y luego hazle ver que eres su salvador…
Habrá que creer…
Hace 11 años
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